La calma previa a la tormenta.
Tenues rayos de sol jugueteando en los juguetes.
El horizonte se alarga sobre un mundo macilento,
y las calmadas horas se estiran, se acalambran,
se deshacen en tormentosas hojas, y en silencios.
Las nubes tiemblan de dolor cuando nos quitan,
el resplandor naranja de un atardecer cansado,
una música incolora desmenuza la calma,
las fuerzas naturales se agitan y galopan,
y el cielo arrepentido, hace un mohín y llora.
El mar, el viejo mar, lanza un quejido.
Las olas se encabritan mordisqueando acantilados.
Y un poco más acá, por las calles tapizadas de conchillas,
un repentino temor se mete entre la gente,
que tienen gente amada navegando,
en frágiles barquitas amarillas.
El horizonte se alarga sobre un mundo macilento,
y las calmadas horas se estiran, se acalambran,
se deshacen en tormentosas hojas, y en silencios.
Las nubes tiemblan de dolor cuando nos quitan,
el resplandor naranja de un atardecer cansado,
una música incolora desmenuza la calma,
las fuerzas naturales se agitan y galopan,
y el cielo arrepentido, hace un mohín y llora.
El mar, el viejo mar, lanza un quejido.
Las olas se encabritan mordisqueando acantilados.
Y un poco más acá, por las calles tapizadas de conchillas,
un repentino temor se mete entre la gente,
que tienen gente amada navegando,
en frágiles barquitas amarillas.
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